martes, 8 de mayo de 2012

Desde la azotea.

Desde la azotea veíamos pasar a las putas y mareantes de aquella noche. Pero no era el plan principal de aquella noche de octubre. Tampoco era el plan principal lo que ocurrió, pero lo aceptamos. Al igual que acepté hace tiempo que cada mañana mi aliento oliera a tabaco y mi almohada a vomito. Aceptamos que nuestros ombligos se juntaran tanto como nuestra piel permitió en esta sucia y decadente ciudad que nos vio crecer. Los dos buscábamos olvidar que estamos tan solos como la falta de compañía nos permitía. Tan solos como… la farola del callejón se queda cuando la rubia con su bolso y minifalda se va. Ahora busco tu mirada y tu voz en cada barra de cualquier bar en el que acabo antes de que salga el sol. Cuando la encuentro me miento y pienso que no me haces falta. Pero te necesito como el primer cigarro de la mañana, quizá por placer o por saber que hay alguien igual de desquiciado en esta ciudad. Pero te busco y cuando te encuentro, vuelvo a empezar como el más estúpido de los perros que vuelve a por el palo cuando el cretino de su dueño lo vuelve a lanzar.
Nunca lo sabrás, pero tras aquella noche de octubre, una sonrisa renació una mañana de noviembre. Pero tras esa mañana volvió a morir, quizá para que tú la salves de nuevo, quizá porque debe ser así.
Mientras yo sigo en las azoteas viendo como la gente de esta sucia ciudad se mata dejando más vida en las cloacas que en sus calles.

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