domingo, 21 de julio de 2013

Noche de carreteros.

La noche de carreteros consistía en pillar en las afueras e ir a la capital a venderlo más caro.

La última vez fue algo surreal, pero casi todas las veces lo era. Esta vez pillábamos durante toda la noche a un cantante de rap que tenía concierto esa misma noche. Íbamos a la sala cada vez que nos llamaban, él salia, le pillábamos e íbamos de nuevo al centro.

Cada noche de estas le tocaba a uno ser el conductor. Éste no puede hacerse de nada. No debe consumir. Mientras que el resto no para. Está el copiloto, que debe ayudar a encontrar las calles que nos dicen, pero acaba por obsesionarse por encontrar la canción idónea y no perder la mandíbula. La idea de estas noches es hacer algo de pasta, pero en realidad no ganamos casi nada. Nunca hablamos del tema.

En parte me gusta cuando me toca ser el conductor. El aire en la cara, la música (cuando no te la cambian) y alguien que dice: '¿Habéis visto psicosis IV? ¿No? Tenéis que verla, en serio'. Tengo la manía de bajar del coche en cada parada y tocar el asfalto. Frío en invierno, caliente en verano y tan duro. Debe ser horrible que sea el último contacto de alguien antes de irse.

La noche acabó llegando a casa. Un colega que se tira al sofá, porque no le apetecía irse a casa y yo que llego a mi cama a mirar el techo durante horas. No se debe consumir cuando se es conductor en una noche de carreteros, pero no es fácil.

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