Me preguntaste si podías pasar. Te dije que claro, que el problema es que quizá luego no querrías irte. Dos cafés y tres cachimbas después nos habíamos resumido los últimos dos años. Te reías y pensé que tampoco lo habría hecho tan mal. Me preguntaste si bailábamos. Bailar en mi salón nunca había sido una opción. Te reías y pensé que tampoco lo habría hecho tan mal. Nos despedimos y me dijiste que a veces era tan tonto como quién enciende la luz para poder ver la oscuridad. Debía ser verdad porque lo entendí tres semanas más tarde.
al cazador cazado se le ha escapado la presa pero, de todas maneras, ha caido.
ResponderEliminarPresas que suelen volver a enseñarnos los dientes después de bastante tiempo, y se largan, sin más.
ResponderEliminarUn saludo desde http://retales-de-mis-noches-de-insomnio.blogspot.com.es/