domingo, 15 de mayo de 2011

Sopa de marisco.

Ayer estaba en la azotea haciendo tiempo antes de salir. Bajé por la escaleras, lo digo como si tuviera otra opción. Al entrar a la escalera me rozó un olor, era lejano, procedía de mi mismo edificio, pero lejano como de unos cuantos pisos más abajo. Fue en ese momento cuando pensé en llamarte, no entendía el porqué.
En el cuarto piso relacioné el olor con algo familiar, no algo cotidiano. Algo que me rodea casualmente, pero impregna mi mente y cuesta de sacar durante días. Pero aún no sabía que era.
En el tercero piso el olor consiguió excitarme, no de un modo que acabara bajando el resto de pisos con los pantalones bajados. Pero es verdad que los pelos de mi brazo parecían que sabían algo. Mis sentidos se agudizaron como si supieran que eso ya había pasado antes o quizá por la curiosidad que me estaba levantando.
Quería llamarte, pero aún no sabía el motivo, ese olor me recordaba a ti.
En el segundo piso el olor se hizo más definible, era como huele la playa nada más bajar del coche. Cuando todo es confuso y el salitre no lo baña todo. Casi un olor femenino.
Hemos ido a veces a la playa juntos, pero no te relaciono con ella nunca.
En el primer piso se resolvió el misterio. De allí procedía el olor, era el núcleo de mi excitación y mi recuerdo. La señora Iranzo estaba cocinando su famosa sopa de marisco.
Elegí no llamarte, porque no sabía darle un toque romántico a la historia de porqué me acordé de ti.

2 comentarios:

  1. No todo puede ser siempre sofisticado, la verdad.

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  2. en lo basico esta lo q nos ocurre a diario y no siempre va disfrazado de cosas finas o al uso...muy bueno

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